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jueves, 11 de julio de 2019

El amigo inteligente y fiel.


Supongo que conoces la anécdota. A la niña se la cae la pelota al agua. Y, ¡no faltaba más!, avanza para recuperarla. El pastor alemán de la familia se adelanta, tira de la falda a la niña y la aleja del agua hasta que cae sentada; se mete en el agua no profunda y recupera la pelota que lleva a su propietaria.
A lo mejor te preguntas qué hacía mientras tanto el autor, sin duda adulto, del video, que no se adelantó al can amigo en su acción y, tranquilamente, se dedicó a hacer una toma tan simpática.
A mí se me ocurre imaginar que se daba cuenta de que no había peligro para la niña si  entraba en el agua. Pero el regalo de estos segundos valía la pena, excluido el riesgo, para hacernos pensar en la grandeza de la fidelidad de un animal cercano, probablemente tratado con cariño, partícipe a su modo de la vida de la familia, con el sentido de generosidad, identificación y entrega que cabe en un perro por animal que sea.
A veces convivimos con los hijos por costumbre, porque no hay más remedio, porque ya se valen ellos, porque estamos hartos de que no nos hagan caso…
En el fondo estamos cansados de ellos. Porque no hemos sido capaces, con tiento, respeto, pero intensa atención inteligente, de hacerlos fieles, es decir, capaces de amar sus raíces familiares, de identificarse con ellas porque en ellas descubren luz, calor, entusiasmo, alegría, fe mutua, aceptación sincera y apasionada, intenso placer de pertenecer a un hogar que los hace felices.

sábado, 6 de julio de 2019

Cerezas, pero... ¡Cerezas Maduras!

No vale la pena lanzarse sobre las primeras preciosas cerezas que nos trae abundantemente Mayo si un poco más tarde están suficientemente maduras. Hasta las últimas, Pico Colorado, de primeros de Junio. Todas ellas inspiran alegría.
Como sabes, las primeras son las Lucinio, madrugadoras, de finales de Abril, en el encantador Valle del Jerte desde Navaconcejo a la Cabezuela. Y sucesivamente las otras 17 variedades, mollares o garrafales, que se distinguen por la clase, el tamaño, el rabillo, el color, la consistencia, la adherencia y, naturalmente, la maduración. Dicen que la Ambrunés es la más sabrosa. Pero todas son exquisitas, bien lo sabes, si se las lleva a su adecuado punto de maduración.    
Ante esta gozosa contemplación de un fruto tan atractivo, se me ocurre preguntarme: ¿Y qué nos cabe en el acompañamiento del mejor fruto de nuestra vida, nuestros hijos, naturales o adoptados? Porque si es evidente que la calidad de la educación no sólo se hereda sino que se recibe, ¿qué desvelo, estudio, sabio e inspirado seguimiento, oportuno acompañamiento, cálida y sincera estimulación de las cualidades vamos descubriendo debidamente?      
Hay padres para los que el fruto de su vida, los hijos, son ¡lo que salga! Un hijo que se siente maduramente querido por sus padres crecerá siempre libre, porque crecerá en un aire que respeta su personalidad, pero cálidamente acariciado por el sol del afecto. Un hijo sin el sol del afecto de su familia crecerá como crece el tupinambo, que puede hacerse gordo, pero que es un poco triste.

viernes, 17 de mayo de 2019

La vida en juego.


A la entrada del tren en una estación de una ciudad de nuestra querida Europa sucedió, hace pocas semanas, lo que sigue. Anochecía y un grupo de muchachos como de 13 a 15 años jugaba, según parece, como otros días.
Alguno del grupo se ofrecía a esperar la llegada del tren de las 19,18 tendido entre los carriles para levantarse en el momento oportuno. Aquel día uno de ellos, de 13 años, según parece, lo hizo muy bien. Saltó en el momento oportuno entre aplausos del grupo. Para el tren siguiente, otro de ellos, de 15 años, comenzó el reto echándose cuando vio que llegaba; pero no pudo lanzarse a tiempo y el tren lo destrozó.       
Al de 13 años hubo que llevarlo al hospital en estado de shock. 
Era un juego. Pero un triste juego, para el que caben muchas preguntas de muy diversa índole. Por ello esta reflexión no va dirigida a los padres cuyos hijos juegan en las estaciones, sino a todos los padres cuando los hijos empiezan a encararse con los muchos juegos que ofrece la vida.   
No son menos mortales los contagios de ocurrencias aprendidas de amigos (¿amigos?) que hacen ver lo vistoso de lanzarse a los muchos juegos de diversión o pasatiempo que envenenan el criterio de los adolescentes. Adolescente es el joven que adolece de la falta de madurez de juicio, de voluntad y de decisiones personales. Decidir es un ejercicio continuo y necesario que debe ir aprendiéndose sabiamente. 
Para eso la vista atenta del padre en ese difícil mundo de las decisiones, la cercanía oportuna y equilibrada cuando se intuyen posibles desorientaciones íntimas o de relación, deben ir dando a la vida de los hijos el acierto, la firmeza y el agrado de acertar con lo mejor.

lunes, 22 de abril de 2019

Sacar petróleo y... ¡VIDA!


Durante cincuenta años la compañía petrolífera Eilat Ashkelon Pipeline Company había prohibido, para tutelar sus intereses, llegarse a una franja de mar (cercana a la ciudad turística de Eilat, de admirable playa), donde está el oleoducto de la empresa. Hace algo más de un año la Compañía decidió recomponer la estructura de su presencia (por decirlo de algún modo) y actualmente permite acceder a aquel lugar, con lo que se ha ampliado notablemente el espacio del sorprendente atractivo turístico. .
Y se ha ampliado gozosamente (y descubierto también en los parajes hasta ahora prohibidos) un paraíso submarino de algas, corales, peces, delfines… al alcance de la vista y de las manos respetuosas.
Son una imagen y una decisión que representan el posible paraíso en el que se despliegan los esfuerzos de nuestra educación. Es imposible o, a lo más, raro o difícil, que de una educación que regala amistad, cercanía, afecto, interés, generosidad, entrega, aprecio, paciencia, exigencia, comprensión, constancia, seguimiento, honradez, amor, confianza, optimismo, dedicación, presencia, altruismo…, todo eso y mucho más, no brote un fruto sazonado, sano, fuerte y estable.
Tal vez esta noble tarea de educar sea una de las que más deserciones padecen, más abandonos se produzcan y más desilusión hagan brotar. Buenos, de verdad buenos educadores hay pocos porque hay pocos valientes que hayan aceptado de verdad el oficio más oneroso, más noble y de frutos más imperecederos que existan. 

lunes, 18 de marzo de 2019

Compadecer... y estar cerca.


Sin duda conoces esta foto y has leído algunos de los comentarios que despierta en quien la contempla y conoce su historia. La tomó, según consta, el fotógrafo inglés Phil Hatcher-Moore en 2012 (17 de julio) en el Parque Nacional Virunga de la República del Congo.
Este parque tiene una larga historia cercana al siglo. Y es Patrimonio de la Humanidad desde hace casi cuarenta años. Defiende una amplia variedad animal de especies en peligro de extinción.
Porque la dañina y sinvergüenza raza humana de cazadores furtivos hace que algunas de las especies allí presentes, especialmente hipopótamos y gorilas de la montaña, puedan desaparecer.
Patrick Karabaranga, guardia del Virunga, alivia la tristeza de un amigo suyo, un joven gorila, cuya madre ha sido víctima de los furtivos. Su brazo sobre el hombro del joven gorila es mucho más que un testimonio, un motivo de elogio y una espontánea condena. Me hace pensar y preguntarme. 
El sentimiento de compasión ¿sigue existiendo? ¿O antes de esa pregunta hay que preguntarse antes si existen todavía los sentimientos? ¿Si la suficiencia con que crecemos y nos relacionamos es motivo para que crezcamos con la ataraxia que nos hace superiores a cualquier flaqueza?
Enseñamos a decir ante las desgracias de amigos y enemigos, cercanos y lejanos: “¿A mí qué más me da?”. Y aconsejamos: “¡Tú no te metas en nada y verás que nadie se mete contigo!”.  
Y no educamos o acompañamos en la senda de lo que creemos maduración, haciendo desaparecer de nuestro diccionario existencial, de nuestro mundo espiritual palabras y realidades como simpatía, cariño, afecto, cercanía, apoyo, interés, identificación, altruismo, unión, acompañamiento, soporte, alivio, defensa, ayuda…    

miércoles, 13 de marzo de 2019

Göbekli Tepe, Observatorio del Tiempo.


Sin duda sigues con atención todo lo que sucedió, sucede o puede suceder en este mundo (llamado así por ser limpio), cosmos (llamado así por ser bello), universo (llamado así por abarcarlo todo).
No eres el único. Hace ya casi once mil años en Turquía, hombres de curiosidad, ciencia e inquietud quisieron dejarnos unos pilares de piedra con su testimonio de los efectos de un enjambre de fragmentos de cometas que provocó una edad de hielo conocida como Dryas Reciente o Joven Dryas (Dryas es, como sabes, el nombre de una atractiva y pequeña flor fanerógama de ocho pétalos blancos que crece en lugares altos de montaña).
Un pilar llamado Piedra del buitre muestra en el conjunto de Göbekli Tepe, tallados, animales presumiblemente relacionados con las constelaciones y nos sirven para una sencilla reflexión sobre nuestra vida y nuestra historia, nuestro hoy y nuestro mañana, el hoy y el mañana de nuestros destinatarios.
¿Dedicamos algún tiempo de nuestro siempre escaso tiempo para reflexionar sobre el tiempo y los acontecimientos que en ellos nos han de venir? No deben caber en nuestras expresiones, porque no lo han permitido nuestras observaciones, intuiciones,  decisiones e intervenciones frases como éstas: ”¿Cómo lo iba a suponer yo?”, “¡Nunca lo hubiera pensado!”, “¡Si lo hubiera sabido…!”…
Y sin embargo, nos toca hacer de adivinadores del futuro en medio de la contemplación del presente.          
No podemos ignorar ni los fragmentos de cometa que van labrando la personalidad de nuestros hijos, ni las constelaciones sociales entre las que se mueven, ni los efectos notables que dejan huella en sus juicios, opciones y actos.   
Dicho de otro modo más corto: Debemos acompañar a quien está creciendo con interés, tiento, respeto, tacto, calor de afecto y apertura incondicional de amigo.    

lunes, 26 de noviembre de 2018

Rosa Azul: el arte del acompañar.


Parece que las rosas azules, que hasta ahora presumen de ser el símbolo del “No hay nada más bonito que yo”, son producto de la industria con colorantes artificiales. O pueden ser fruto de la ingeniería genética inyectando enzimas que producen pigmentos azulados en los pétalos de la rosa blanca.
Yihua Chen, de la Academia China de Ciencias, y Yan Zhang de la Universidad de Tianjin han escogido enzimas de bacterias que pueden convertir la L- glutamina, componente común de los pétalos de la rosa, en Indigoidina, pigmento azul. ¡A lo mejor, con ello, ya tenemos rosas azules!
Dejamos las rosas, tan nobles, tan abundantes, tan sugeridoras, tan misteriosas, sean blancas o rosas o rojas o azules, para preguntarnos por el éxito o fracaso de nuestro empeño al cultivar a nuestros niños, adolescentes y jóvenes. El celo de Yihua Chen y Yan Zhang pueden servirnos de orientación. ¿Nos cansamos de educar a los que nos debemos? ¿Nos cansamos de estar cerca de ellos? ¿Nos cansamos de sentirnos (porque no estamos convencidos, de que somos, en lo positivo y en lo negativo) ejemplo y hasta modelo de su vida? ¿Pensamos que la cercanía o la distancia, que mantenemos en lo físico y lo afectivo con ellos, es una realidad decisiva en el resultado de nuestro empeño?
“¡Este hijo me ha salido…!” no puede ser la confesión de una convicción que nos preocupa y nos entristece o nos halaga y nos llena de la satisfacción de haber contribuido a dar el color más valioso a su vida y su conducta.
“!Ojalá se muriese!” oí a un padre de su hijo. Se me ocurrió pensar: “!Ya lo mataste tú cuando olvidaste que te necesitaba precisamente cuando empezó a decirte (o a demostrarlo sin decirlo) que no te necesitaba. 

domingo, 11 de noviembre de 2018

Revivir? Estar cerca, una y otra vez.


Has leído que Noam Bedin, reportero gráfico del Dead Sea Revival Project, asegura haber fotografiado peces vivos en el Mar Muerto. Como bien sabes, este impresionante Mar está en la cabecera del Gran Rift, esa fractura geológica  de 4830 kilómetros que va preparando poco a poco la separación de África, de Norte a Sur,  en dos grandes continentes.
Tal vez el profeta Ezequiel (repasa su capítulo 47) lo adelantaba con estas palabras: «Estas aguas salen de nuevo a la región oriental, bajan por el Araba y entran en el mar…”. Y viven los peces, completamos nosotros.
El Mar Muerto – dicen los estudiosos - pierde cada día el equivalente a 600 piscinas olímpicas de agua. Y el fenómeno progresivo, desde siempre con el descenso del nivel de un metro cada año, se agudiza ahora con la toma de agua para irrigar tierras de Jordania.
“¿Cómo ha podido llegar a eso?”, nos preguntamos los padres y educadores cuando ese muchacho, prometedor (o así lo parecía) hasta hace poco, se presenta ante nuestros ojos y ante la prensa y los medios, como un cabal sinvergüenza autor de un disparate impensable.
“Poco a poco”. Lo que pasa “poco a poco” escapa fácilmente de la atención e interés de los que debemos hacer un seguimiento adecuado, prudente pero continuo y activo, de la obra de arte que se nos ha encomendado acompañar en su automodelado. ¡Cuántas veces hemos oído echar la culpa a otros y a otras circunstancias del desvío de nuestros hijos y educandos! Nos necesitan siempre. Es cierto que poco a poco (también aquí “poco a poco”) vamos dejando que ocupe su responsabilidad personal madurante el lugar de nuestras orientaciones. Pero, si como Cervantes acertadamente escribía, “los hijos, señor, son pedazos de las entrañas de sus padres”, debemos vivir siempre, prudente y oportunamente, cercanos a ellos para que no les falte nunca la luz de nuestra madura experiencia. No podemos consentir que su vida se convierta en un mar muerto. 

jueves, 27 de septiembre de 2018

Rimas: Lo que queda en la historia...


Gustavo Adolfo Bécquer nos ha dejado una obra a la que se recurre con frecuencia deseando sentir como sentía aquel sensible autor. El respeto a su memoria no ahorra comentar que su breve vida (¡34 años!) no fue precisamente una vida feliz, porque sin duda estuvo poblada de ensueños, pero también de fracasos. 
Nació en Sevilla y buscó en Madrid, donde murió en 1870, hacerse un hueco entre los grandes de las Letras que, afortunadamente para nosotros, eran muchos. Y, sin duda, lo logró. Desde Madrid acudía de vez en cuando a Toledo, donde vivía y trabajaba como pintor su hermano Valeriano.
La prensa actual da cuenta de que en la portada de la iglesia del convento de San Clemente de Toledo se ha descubierto una firma de Bécquer hecha con grafito. El Centro de Restauración de Castilla La Mancha la ha descubierto recientemente  durante su intervención de limpieza y conservación.
Que yo no me lo crea no viene al caso: ¿cómo logró firmar tan alto, en el friso que corona la portada, si no fue en la noche, subiéndose al andamio que tal vez quedaba allí durante algunas obras en marcha?; ¿cómo un alma tan fina, por mucho que estuviese necesitada de atención y recuerdo, iba a caer en esa liviandad? 
Pero como de este comentario lo único que interesa es llegar a alguna reflexión que nos siga animando en la preciosa labor de educar, se me ocurre esta leve consideración.   
Todo lo que hacemos, decimos, dejamos de hacer o callamos, pensamos y sentimos… deja huella en la historia. Puede ser que, sin darnos cuenta, una mirada haya despertado en alguien confianza en sí mismo. O que una observación hiriese el amor propio del que la recibía. O que desde que nos portamos así, aquel amigo no haya vuelto a dirigirnos la palabra. O que el comentario en una reunión institucional haya provocado una enorme cruz y una interminable raya y abandonarla para siempre…
“Reflexionar” es flexionar una y otra vez. El caballo que da una coz la ha dado: y volverá a hacerlo si se le impacienta otra vez. La rata que se ha comido un queso volverá a comerse otro si se le pone al alcance.
La huella que deja un ser inteligente es un surco que se abre según sea la huella, para el aprecio, el agradecimiento, el hastío, el asco, el rechazo, la escabullida… Y este proceso nos debe hacer reflexionar, volver al antes para no tropezar en lo mismo. 

sábado, 22 de septiembre de 2018

Cocodrilos: una lección de educación.


Crocódeilos era para los griegos (pero escrito en griego, que es más divertido) nuestra lagartija, el gusano sobre la piedra. Y el nombre se aplicó más tarde a todas las lagartijas, fuese cual fuese su tamaño, por ejemplo al cocodrilo.
Supongo que has leído hace unos días o has tenido ocasión de contemplar el lamentable espectáculo de un domador de cocodrilos en un parque zoológico (Phokkathara en Chiang Rai, al norte de Tailandia) que pretendía meter el brazo en la boca abierta de un animal domesticado de esta especie, pero que pudo salvarlo al reaccionar rápidamente ante el gesto egoísta del animal-cocodrilo que quería  comérselo.
Viendo el desarrollo del percance se me ocurría aplicarlo a nuestro ejercicio de educadores.
“¡Qué lástima!”, “¿Pero cómo le ha pasado?”, “¡No tiene arreglo!”, “¡No hay vuelta  atrás!”… Son algunas de las blandas e inútiles expresiones de desencanto o tristeza cuando conocemos la meta de los pasos (o el efecto de la acción o la identificación con uno u otro movimiento atractivo en sus propuestas y desolador en sus resultados) de algunos de los muchachos a los que hemos pretendido formar.       
No es presuntuoso creer que formamos. Formar no es crear. Formar es dar un perfil adecuado, firme, tal vez hermoso, a esa preciosa materia prima que llega a nuestra vida (¡a nuestro corazón!) y de la que soñamos (como el escultor ante un bloque de mármol) que se convierta en vida volando sobre la miseria que tal vez le rodea.
Nos llena de pasmo ver un retrato firmado, por ejemplo, por Rembrandt, pero no nos paramos a considerar que es un conjunto de tanteos, bosquejos, pinceladas, matices… latidos del corazón del artista hasta conseguir la obra que admiramos.   
A Luca Giordano le llamaban Luca fa presto por lo rápido de su obra. Pero pintaba bien. No podemos imitarlo. Educar bien es entregarse pacientemente a colaborar. Es el joven el que se educa, se forma a sí mismo. Pero nuestra cercanía es casi siempre de alta utilidad, si no imprescindible. Y esta convicción nos debe llevar a nunca desertar.    

miércoles, 12 de septiembre de 2018

Lucky se ha muerto de pena.


Resumo de los diarios: Un perro Pastor de la Maremma, de dos años y medio, ha muerto de pena.   
Lucky era feliz con su joven propietaria. Y se portaba siempre correctamente, aunque crecía y crecía, alguna vez se escapaba (¡solo dos veces!) para dar una vuelta por el pueblo, pero sin hacer mal a nadie. Y ladraba, ladraba mucho y bien, sobre todo de noche. Hasta que la denuncia de la gente ante el tribunal correspondiente hizo que el responsable del Ayuntamiento lo condenase a vivir en la perrera del pueblo.  
Poco a poco se observó que Lucky estaba mal, de modo que hubo que llevarlo a la clínica canina. Allí le visitaron durante algunos días tanto la dueña como sus amigos. Pero nada valió para sacarlo de la mortal tristeza de sentirse solo en la historia.
Cualquier ser vivo despierta admiración. Y simpatía: “¡Vive su vida como yo la mía!”. Pero cuando el ser vivo es un ser humano, sobre todo si vive alimentado por la seguridad de que sus padres le quieren,  y un día descubre que no es verdad, que se interesan más en otros objetivos, porque andan liados por dar cauce a otros amores, empieza la irremediable enfermedad del desvío. Que desemboca en el saboreo amargo de la decepción más honda, en la muerte del amor, en el deseo del desquite, en  la venganza, si es posible y del modo posible, contra quien debiera alimentarle sin reservas con el fecundo aliento del amor.
Don Bosco decía que la educación es cosa del amor. La auténtica educación nace y crece en el amor. Un buen ejercicio de análisis de la propia conducta de educador –en esas estamos- es observar, juzgar y condenar la de los que construyen lo humano sin humanidad movidos por dar respuesta al propio yo tantas veces envenenado por el egoísmo. 

miércoles, 11 de abril de 2018

Flightradar_24 o el acompañamiento personal.


La plataforma FLIGHTRADAR24, como sabes, es una aplicación de seguimiento de vuelos en Google Play que incluye a cien países. Seguramente has tenido el deseo de pasar un rato siguiendo el vuelo de algún avión en tiempo real, porque, al conocer su procedencia y el tiempo del vuelo, te fue fácil dar con él. Y pudiste ver las horas de despegue y de llegada o su retraso real. Y muchos datos más sobre la aeronave y los aeropuertos interesados.
He empezado con esta leve y profana referencia para adentrarme un poco en el interés que desplegamos sobre los mundos de los que solemos tener curiosidad. Y de los que leemos, vemos o escuchamos en otros medios. Y de la inutilidad de conocerlos porque ni nos sirven, ni nos orientan, ni nos aportan nada, ni podemos modificar su trayectoria, ni podemos acceder a ellos para corregir su rumbo.
Es decir, la curiosidad nos abre acceso con su atractiva facilidad a cosas que ni nos van ni nos vienen, pero que nos regalan el placer de llegar a ellas de ese modo.  
Todo ello (o casi todo) es bueno: nos enriquece, estimula nuestra imaginación constructora, nuestra capacidad para juzgar, decidir y hasta para formular alguna solución a los posibles problemas descubiertos.
Despertemos ahora de esa evasión de los aviones y recorramos de arriba a abajo el panorama de nuestra vida, de la vida de los que la comparten con nosotros, de los que nos piden sin palabras que nos interesamos por el fondo de su espíritu, que manifestemos de un modo no anecdótico nuestro auténtico interés por ellos.
He oído decir alguna vez a una muchacha: “Mi madre no me quiere”. Yo estaba seguro de que no era verdad. Pero igualmente seguro de que su madre no la miraba. Porque esta clase de “aviones” hay que mirarlos para que no se vengan abajo. Y no hace falta decir a cada padre y a cada madre que su hija y su hijo creen en el amor, pero que a lo mejor (a lo peor) no lo sienten. 

miércoles, 10 de mayo de 2017

Yubartas: las ballenas jorobadas.

Como sabes, las ballenas jorobadas o yubartas pueden pesar hasta 40 toneladas. No es de extrañar: miden, alguna, claro, 18 metros. Y hay ejemplares que llegan a nadar 25.000 kilómetros al año. Los machos ya grandes cantan horas y horas sin cansarse. Mezclan, dicen los entendidos de quienes aprendo, aullidos, rugidos y pitidos. Y dicen que, si lo hacen, por algo será.
Practican el veraneo. Nacen, con solo cinco metros de “altura”, en los trópicos donde deben crecer (¡hasta un metro cada mes) para poder viajar, en verano, hacia el Ártico o el Antártico que son zonas más fresquitas. Pero no lo hacen por lo del fresquito, sino porque su alimento es el krill, tan abundante allí. 
Tienen un peligro: ¡las orcas! Las conoces: miden, los machos, de hasta 9 metros (las hembras, casi 8), negras con manchas blancas para disimular su mala intención, y se comen todo lo que pescan, hasta tiburones. Y no digamos yubartitas, si alcanzan alguna. 
Y aquí viene nuestra reflexión. Las crías de yubarta, que necesitan crecer y engordar para poder alcanzar el Polo que le toque, maman mucho. Y son ellas las que le piden a la madre que las atienda. Rozan su cuerpo con el de la madre y, dicen los especialistas, que susurran. Porque el susurro no lo escuchan a distancia con su sónar peculiar las orcas, pero sí la madre cercana. 
No es traer por los pelos (las yubartas no lo tienen ni lo tienen las orcas) afirmar que en las familias actuales es frecuente que la adhesión de los hijos hacia las madres sea muy débil. La madre se convierte muchas veces en otra mujer para las hijas y se monta en casa una especie de escuela de llevar la contraria. Es decir, el resultado es que la mujer–madre deja de ser madre porque se acentúa en ella más su carácter de mujer. La madre, que debe conservar siempre su identidad de diosa del hogar, expone demasiado su convicción de que ella sabe lo hay que saber, tiene experiencia y autoridad, ella es la que manda… Ante una madre-mujer así, la hija se aleja, se rompe el contacto de la piel, desaparece el susurro… y crece una futura madre calcada sobre el desafortunado molde de la madre-mujer porque no ha habido una mujer-madre. Pero lo mismo sucede con los hijos varones. Si una madre no logra que su hijo se enamore de ella, logrará que ese hijo se encuentre muy a gusto a distancia. En todo: en distancia física, en distancia moral, en distancia afectiva. ¿No es triste? 

viernes, 5 de mayo de 2017

Biárbol: el valor de la diferencia.

Casorzo es un pueblo de la provincia de Asti (ya sabes: Piamonte, Italia). Ese árbol que ahí ves está en Casorzo y es un árbol muy especial: un cerezo ha nacido sobre un moral. Lo llaman con toda razón bialbero, biárbol (No es el único caso. En el parque natural de Plitvice, en Croacia, cuentan, la pareja la han formado un abeto y un melocotonero).
Se supone que un pájaro dejó caer el hueso de una cereza en el moral de modo que pudo alimentarse de la planta que lo había acogido  y ahondar sus raíces hasta alcanzar el suelo. Cada uno crece a su ritmo, se poda a los dos en el momento oportuno y crecen de modo que el cerezo, de cinco metros, da su fruto a su tiempo. El lugar es tan acogedor e inspirador que los viñadores de la zona lo han adoptado. Y bajo sus ramas celebran, con el malvasía del lugar, la llegada de la Primavera y el solsticio de Verano.
Se lee que Quinto Horacio Flaco, del siglo I aC, después de sus estudios en Roma y Atenas, probó las armas como tribuno a favor de la República. Perdió en Filipos pero, amnistiado, regresó a Roma. Conoció en Nápoles a Publio Virgilio Marón al que en su oda primera (3,8) lo define como mitad de su alma (“animae meae dimidium”). Ha habido en la Historia (en la gran Historia de los grandes y en la no menos grande Historia de los humildes) muchos casos de auténtica identificación de mentes y afecto. Los mejores, los que se dan (¡y se dan!) entre padre e hijo y maestro y discípulo. Pero para ello hace falta que, sin que ninguno de los dos pierda nada de su identidad, sientan ambos el calor amigo de la acogida, el valor de la diferencia y la capacidad de juzgarla, apreciarla y adoptarla en la medida oportuna para que cada uno de los dos siga siendo él mismo enriquecido con el encanto del otro.

martes, 11 de abril de 2017

Solo Mascotas? La mayor riqueza.

El 29 de Diciembre de 1880  se estrenó en el Théâtre des Bouffes Parisiens de París una ópera cómica de Edmond Chivot con libreto de Alfred Duru y Henri Charles Chivot. El título era La Mascotte. Parece que la palabra que le daba título pasó a aplicarse muy pronto en otras lenguas (Mascot en Inglés, Mascota en Español) para significar, como dijo bastantes años más tarde la Real Academia Española, Animal de compañía y también Persona, animal o cosa que sirve de talismán, que trae buena suerte.
Aseguran los estudiosos que ya por el año 9000 aC, año más año menos, había animales domesticados que hacían compañía al hombre, le ayudaban, lo defendían. No es muy diferente hoy, aunque la amistad entre seres vivos se da de un modo más vistoso entre el hombre y el perro. Hasta el punto de que se puede afirmar sin gran desvío que el hombre y el perro se aman. Los expertos en esto afirman que la compañía de un perro puede ayudar a que aumente o madure su inteligencia emocional.
Decía aquella niña que, con su familia y el veterinario, esperaban el efecto final de una inyección a un perro aquejado de cáncer: “Los perros mueren con doce años porque no necesitan tanto tiempo como nosotros para ser buenos”.
Dios nos dio un maravilloso regalo al crear a los perros. Son capaces de sentir amor de una forma tan profunda y noble que en muchos casos son modelos, maestros y médicos para los hombres. Ellos también tienen su cielo tras la muerte… ¡Seguro!
La mayor riqueza que puede obtener el hombre es el amor. El saldo al final de su vida está en cuánto ha amado y ha sido amado. Es el único valor que vale para la eternidad. Siendo inconmensurable la creación de Dios, se puede decir que el mayor de sus inventos es el Amor. ¿Quién sino Él puede inventar algo así? Pensemos lo que sería la vida del hombre sin Amor.
Si amamos a los perros y ellos nos aman, ¿cómo no amar a los demás hombres?

jueves, 6 de abril de 2017

CFBDSIR J214947.2 y el conocimiento de los jóvenes.

Ese es el nombre y esta la figura, en recreación bienintencionada, de un cuerpo extraño que flota en el espacio. Los astrónomos, que saben de astros, no saben si es una estrella un poco rara o un planeta joven y solitario que se ha desprendido de su debido lugar y vaga por el espacio. Tampoco excluyen que sea una enana marrón, de masa baja o de alta densidad metálica. Lo descubrieron en 2012 y andan pensando en ello, desde entonces, relativamente despistados, porque el análisis espectroscópico da que hay en ella (o él) metano y agua.
La universidad francesa Grenoble Alpes supuso en un momento inicial que formaba parte del conjunto llamado AB Doradus de unas treinta estrellas que parecen caminar juntas a su aire por el espacio. Pero AB Doradus es mucho más joven, de entre 50 y 120 millones de años, que nuestra (o nuestro) CFBDSIR J214947.2-040308.9.
Me he referido a este cuerpo atípico con un poco de zumba por dos razones: porque no conozco ese mundo que nos contempla desde tan lejos; y, porque al enterarme de la actitud de justificado despiste de los estudiosos ante este querido cuerpo celestial, lo he comparado con el conocimiento que a veces tenemos de nuestros muchachos.
Creemos conocerlos, sabemos lo que les decimos, quedamos satisfechos porque nuestro criterio nos parece acertado, oportuno y eficaz. Pero hay veces (o muchas veces o siempre) en que no sabemos si nos escuchan, no sabemos lo que piensan al oírnos, no sabemos si lo que les decimos les vale para algo y si lo que piensan despierta en ellos reacciones de rechazo, aunque, como es natural, prefieran dejarnos en la ignorancia sobre ello. 
¿Dónde está el fallo? Para mi respetuoso parecer, falla el diálogo. Diálogo que, como es fácil comprender, no es una sucesión de dimes y diretes. Un diálogo constructivo se da, pienso, cuando hay sintonía afectiva entre él y yo. Sólo si me quiere, si me aprecia, si soy algo para él en la alta nube de la estima, habrá comunicación. Que no consistirá siempre en darme la razón, pero sí y siempre en tenerme como el compañero de camino en el que puede confiar, al que se puede recurrir, y cuyo hombro puede servirle siempre de fiel y cálido descanso.

martes, 19 de abril de 2016

El Gris.

Llama fuertemente la atención el comportamiento del perro con el hombre. Por eso no extraña lo que se nos cuenta de la aparición de un perro, al que llamaron Gris, en momentos de peligro en la vida de Don Bosco. Lo vieron y acariciaron los muchachos del Oratorio. Y desde 1854, en que se dejó ver por primera vez, hasta 1866, el Gris acompañó a Don Bosco por Turín varias veces o le impidió salir de casa.       
Más asombrosa fue su aparición en Vallecrosia, una ciudad asomada al mar y a mitad de distancia entre Ventimiglia y Bordighera. Volvía Don Bosco a la casa salesiana acompañado por don Francisco Durando de una visita al obispo de la ciudad. Era una tarde lluviosa y transitaban por calles mal iluminadas y peor pavimentadas. Esto sucedió el 14 de febrero de 1883. El perro apareció delante de ellos y los fue precediendo a una cierta distancia hasta llegar a su destino. Don Francisco Durando decía que no había visto nada. Don Bosco, al comentar el hecho y cómo el perro acomodaba el paso al de los dos salesianos, decía que no podía ser el Gris, casi veinte años más tarde que el de Turín, pero que “seguramente era un hijo suyo o un nieto”.
Pero sigamos. A primeros de Mayo de 1959 regresaban algunos salesianos de Roma a Turín con la urna de los restos de Don Bosco que habían trasladado para la inauguración de la Basílica de Don Bosco en la capital de Italia. Apareció en La Spezia un perro que se empeñó en acompañar a la expedición. Don Renato Celato, un joven salesiano entonces, conducía el coche del Rector Mayor, don Renato Ziggiotti. Y nos cuenta que, al llegar de madrugada a la iglesia de la casa salesiana de la Spezia para descansar unas horas, vieron que había un perro echado junto a la puerta de la iglesia. Colocaron la urna en el presbiterio y el perro entró y se colocó debajo de ella. A mediodía del día siguiente salió al patio donde los muchachos jugaron con él sin que aceptase la comida que le daban. Pero a la hora de la comida subió el comedor de los salesianos donde dio varias vueltas por entre las mesas y donde alguno de los presentes le largó una patada. Salió de allí, pero cuando fueron a recoger la urna para viajar a Turín, lo encontraron debajo de ella, habiendo estado la iglesia cerrada. Siguió a la comitiva hasta Sampierdarena donde desapareció.   
Haz los comentarios que desees hacer, porque los míos serían, cuando menos, inoportunos.

lunes, 10 de marzo de 2014

San Leo.



San Leo (llamada en el pasado Montefeltro) es una población de unos 3.000 habitantes (a una carrerilla de distancia de uno de sus muchísimos gatos hasta Rímini, junto al Adriático), que encierra en su milenaria historia hechos y personajes para nunca acabar. Se distingue en el horizonte por el impresionante macizo rocoso en la que está asentada y que corona una imponente fortaleza. Allí estuvo (y allí fundó) san Francisco de Asís. Allí estuvo (y allí se inspiró para su Purgatorio) Dante Alighieri. Y allí estuvo (y allí murió preso a los 52 años) el intrigante siciliano “conde” Alessandro Cagliostro (Giuseppe Bálsamo), médico, químico o alquimista, ocultista, místico, cabalista y mago, del Rito Egipcio de la Francmasonería y envuelto en el conocido escándalo del collar de la pobre María Antonieta (¡ay se le pesca Hans Axel de Fersen!).

Situados en lo alto asistimos al desprendimiento a finales de febrero de este año de 2014 de una enorme masa de aquel imponente peñasco sobre cuyo borde se asienta el castillo que empezó siendo romano, fue roca deseada por bizantinos, godos, francos y lombardos hasta que Otón de Sajonia se la arrebató a Berengario II.    
Pueden valernos estos hechos de bandera y enseñanza en nuestra formación personal y en nuestro intento de educar.
Un hombre se forma a sí mismo. Pero necesita, de ordinario, que alguien le diga que le corresponde el deber de formarse. Es la primera ayuda del oficio de formador, de educador. La segunda lección es la de hacer ver que la personalidad no se construye sobre un lugar encumbrado sobre el panorama de la sociedad, sino en el seno de la misma sociedad: familia, escuela, pandilla de amigos… Es decir, no debe creerse que él solo puede fijar su carácter. Más aún, que sin el sano y equilibrado contraste con otros, mayores y coetáneos, no va a descubrir los fallos de su base humana. Ni las metas que debe proponerse. Que el apoyo de un consejero, con el que debe tejer un sereno y humilde lazo de amistad, le resultará no sólo de luz y de ventaja, sino de necesidad para que la experiencia (¡las experiencias!) que vaya teniendo le vayan conduciendo hacia decisiones definitivas para el sí y para el no.       
La confianza en sí que vaya adquiriendo y haya adquirido le llevará así a confiar en los demás. Porque sin ”demás” no hay vida humana. Sin “los otros” podremos creer que hemos levantado un soberbio edificio, pero nos habremos encontrado en la soledad de los muertos.