jueves, 22 de febrero de 2018

Oumuamua o el rechazo infinito.


Como vives mirando al cielo, habrás visto ya a OUMUAMUA, nombre que, en hawaiano, quiere decir enviado o mensajero, aunque al principio se le conoció como 11/2017 U1. En el observatorio Pan-STARRS 1 de Hawai creyeron el día del descubrimiento hace cuatro meses, el 19 de octubre pasado, que era un vulgar asteroide del sistema solar. Pero advirtieron bien pronto que su viaje iba hacia el espacio interestelar, mucho más allá de lo que pudiéramos pensar.
Mide 400 metros de largo y diez veces menos de ancho, con forma apepinada, y colores que varían del rojizo al azulado o “gris-nieve-sucia”, según la cara que muestre en su giro caótico cada 7 horas y media; que viene de un viaje de miles de millones de años y que se encamina de nuevo hacia el espacio infinito (es un decir).   
Los científicos creen que Oumuamua “impactó con otro asteroide antes de ser expulsado ferozmente de su sistema hacia el espacio interestelar”.
Se me ha ocurrido, al leer lo que precede, comparar el hecho con el que han sufrido alguno de los muchachos con los que me he encontrado en mi vida. Frente a  la violencia física sufrida por el Oumuamua, la psicológica y moral que ha visto arrastrar a alguno de ellos y que determinaba la trayectoria de su conducta, la actitud de sus reacciones y, en el fondo, porque del fondo brotaba lo anterior, un dolor incurable.
Hay padres y educadores que califican, con un atrevimiento insensato, a sus hijos o educandos, como raros, inaguantables, incorregibles. Y poco a poco se afirman en la convicción de que la causa de todo está, no en su propia intolerancia, sino en la torva condición de su víctima. La frecuente hipersensibilidad en alguno de nuestros muchachos nos impide acercarnos a ella y tratarla como una riqueza, no como una condición indeseable o incorregible.
Basta a veces una leve confesión de nuestros sinceros interés y afecto hacia ellos para que descubramos la hondura de su pesar y la necesidad que tienen de que los consideremos parte entrañable de nuestra vida.

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