lunes, 15 de mayo de 2017

Alegría: bella chispa divina!

Beethoven comenzó a componer su sinfonía número 9 en 1818 y no la dio por terminada hasta enero de 1824. En el alma de sus inolvidables notas (¡mucho más que notas!) está el poema de Friedrich Schiller An die Freude escrito más de treinta años antes, que se llamó Oda a la alegría en su forma final de 1808. Beethoven tenía 22 años cuando ya soñaba con ponerla en música respetando para el cuarto movimiento, “Himno a la alegría”, el texto de Schiller con unas palabras propias de introducción. 
Su estreno (en Viena, no en Berlín, como le hubiera gustado a él: “Viena está dominada por los italianos” decía) se hizo el 7 de mayo de 1824, diez años después de la presentación de la Octava. La dirigió Michael Umlauf, aunque Beethoven estaba también en el escenario, siguiendo la obra en sus partituras, ya muy sordo y limitado en su salud y a tres años de su muerte.
La sala estaba llena de admiradores de Beethoven que suponían que iba a ser la última vez que le viesen. Y quedaron fascinados por tanta belleza. Cuentan que él estaba volcado en sus papeles, de espaldas a la sala, y que uno de los solistas le hizo volverse para que pudiese contemplar a un público conquistado por entero al que saludó con una inclinación del cuerpo. 
Como somos muchos los que no sabemos Alemán, pongo una traducción de las palabras del final de esta Novena Sinfonía. Sirven de invitación a la alegría de la fraternidad, don divino.

¡Oh amigos, no esos tonos!
Entonemos otros más gratos y llenos de alegría.
¡Alegría, alegría!

¡Alegría, bella chispa divina, hija del Elíseo!
¡Penetramos ardientes de embriaguez, oh celeste, en tu santuario!
Tus encantos atan los lazos que la rígida moda rompiera;
y todos los hombres serán hermanos bajo tus alas bienhechoras.
Quien logró el golpe de suerte, de ser el amigo de un amigo.
Quien ha conquistado una noble mujer ¡que una su júbilo al nuestro!
¡Sí! que venga aquel que en la Tierra pueda llamar suya siquiera un alma.
Pero quien jamás lo ha podido, ¡que se aparte llorando de nuestro grupo!
Se derrama la alegría para los seres por todos los senos de la Naturaleza.
Todos los buenos, todos los malos, siguen su camino de rosas.
Ella nos dio los besos y la vid, y un amigo probado hasta la muerte;
al gusanillo fue dada la voluptuosidad y el querubín está ante Dios.
Alegres como vuelan sus soles, a través de la espléndida bóveda celeste,
Corred, hermanos, seguid vuestra ruta alegres, como el héroe hacia la victoria.
¡Abrazaos millones de seres! ¡Este beso al mundo entero!
Hermanos, sobre la bóveda estrellada debe habitar un Padre amante.
¿Os postráis, millones de seres? ¿Mundo, presientes al Creador?
Búscalo por encima de las estrellas! ¡Allí debe estar su morada!
¡Alegría, bella chispa divina, hija del Elíseo!
¡Penetramos ardientes de embriaguez, ¡oh celeste, en tu santuario!
Tus encantos atan los lazos que la rígida moda rompiera;
y todos los hombres serán hermanos bajo tus alas bienhechoras.
¡Alegría, bella chispa divina, hija del Elíseo! ¡Alegría, bella chispa divina!

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