martes, 31 de enero de 2017

Augusto Czartoryski, salesiano Beato.

El 25 de abril de 2004 el Papa Juan Pablo II declaró beato en la Iglesia Católica al salesiano Augusto Czartoryski y Muñoz. Su nombre completo había sido, en polaco y un poco en español, August Franciszek Maria Anna Józef Kajetan Czartoryski y Muñoz Borbón. ¿Quién es este beato y por qué se hizo salesiano? 
En 1883 san Juan Bosco hizo un viaje más a París. En Francia había obtenido siempre una ayuda generosa de los franceses que conocían su obra de acogida y educación a muchos jóvenes sin horizonte social y económico. Y se le invitó a que visitase en el palacio Lambert a la familia de Ladislao Czartoryski, conde de Klewan y Zukow, intensamente interesado en defender presuntos derechos dinásticos en Polonia, casado con María de los Desamparados Muñoz y Borbón, primera condesa de Vista Alegre, hija de Agustín Fernando Muñoz y Sánchez (primer duque de Riánsares, primer marqués de San Agustín y premier duc  de Montmorot) y de S.A.R. María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, viuda de Fernando VII, rey de España. 
Augusto era el heredero de esos títulos y derechos, pero su aspiración única era pertenecer a Dios de un modo total. Había tenido como preceptor a un santo varón, militar retirado, después de diez años de exilio y trabajos forzados en Siberia. Era el hoy santo José (después Rafael) Kalinowski, que moriría siendo Carmelita.
Augusto, tuberculoso como su madre, que murió cuando él tenía seis años, sentía que su destino no era una corte de nobles y una familia como la que ya conocía, sino una vida de entrega a Dios.
Cuando conoció a Don Bosco quedó profundamente conquistado por su atractiva personalidad y su clara santidad y sintió que vivir con él era el camino que podía dar a su búsqueda el sentido que necesitaba. Le visitó varias veces en Turín para hacer Ejercicios Espirituales hasta declararle que deseaba ser uno de sus hijos. Se comprende que el “pobre” Don Bosco tratase de disuadirlo, pero el Papa León XIII le pidió a Don Bosco que lo recibiese entre los suyos.
En junio de 1887, después de haber renunciado a todos sus derechos en favor de sus hermanastros, Augusto hizo una preparación seguida del noviciado en el que recibió de Don Bosco la sotana el 24 de noviembre en la Basílica de María Auxiliadora.
Minada su salud y después de su profesión religiosa, hizo los estudios de Filosofía en Valsalice (Turín) y los de teología en Liguria.
El  2 de abril de 1892 fue ordenado en San Remo por el obispo de Ventimiglia y su vida como sacerdote duró apenas un año vivido en la casa salesiana de Alassio.

viernes, 27 de enero de 2017

Louis Mendre: escuchar con el corazón.

El 2 de abril de 1878 llegó Don Bosco a Marsella. El canónigo Guiol le esperaba, pero pidió a su vicario, el también canónigo Louis Mendre, que le atendiese en la primera fundación en aquella ciudad, el Oratorio de San León.
La simpatía y el cariño de Don Bosco cautivaban a todos los que le iban conociendo. Y también Mendre quedó atado por esos lazos de estima y cariño, de modo que los salesianos franceses decían: “El abate Mendre ha robado el corazón de Don Bosco”.
Realmente quería a Don Bosco como un hijo y se sintió animado a escribir en 1879 un opúsculo sobre él: Don Bosco sacerdote, Fundador de la Congregación de los Salesianos, que reprodujo poco después en su Revista Popular Félix Sardá y Salvany, sacerdote, apologista, defensor del bien y la verdad en Barcelona y que fue una fértil llamada para que varios sacerdotes jóvenes se hiciesen salesianos.
“Lo mismo que en un día de invierno – escribía Mendre - vemos a los pajarillos acudir en gran número adonde una mano generosa les echa el grano que les ha de salvar, así contemplamos, en derredor de Don Bosco, numerosos grupos de chiquillos y muchachos de los que nadie se ocupa”.
No fue Mendre el único francés que escribió sobre Don Bosco, como sabes. Lo hicieron también, en biografías más o menos amplias y documentadas o en escritos encendidamente defensivos, viviendo aún Don Bosco o poco después de su muerte, Albert Du Bois, Jules Rostand, Charles D’Espiney, Joris-Karl Huysmans, François Coppée…    
En una carta a Guiol, un año más tarde, escribía Don Bosco: “...... me he ruborizado más de una vez ante los grandes elogios que tributa a mi pobre persona. Todo sea para la mayor gloria de Dios  en favor de la Obra que se quiere recomendar...”.
Y en 1880, ante los acosos de la prensa, las calumnias y las barricadas contra el pobre Oratorio de San León, Mendre se hizo pasar por director de la Obra y escribió un memorial dirigido a la autoridad contra las falsas acusaciones del Petit Provençal.
En una velada en San León, los muchachos, improvisados como músicos,  se equivocaban. Mendre, sensible y entendido, ponía cara de disgusto. Y Don Bosco, que lo notaba, sonriendo, le dijo: Señor Mendre: “La música de los niños se oye con el corazón y no con los oídos”.
De Don Bosco debemos aprender esta convicción que debe convertirse en vivencia. A los niños, a los jóvenes, a los hijos… se los escucha con el corazón. No vale ningún otro filtro.   

martes, 24 de enero de 2017

Capricho: barrera a nuestra acción educativa.

Aunque vivió hace mucho tiempo, estoy seguro de que conoces o conociste a Marcos Terencio Varrón. Terencio para los que frecuentan sus escritos, que fueron muchos y de los que nos han llegado solo algunos, vivió en el siglo de Pompeyo y Julio César, de Marco Antonio y Octavio. Militar con Pompeyo, perdonado por su opositor Julio César (del que recibió la dirección de las bibliotecas públicas de Roma),  declarado fuera de la ley por Marco Antonio y repuesto por Augusto, yo creo que, por tantas idas y vueltas, dejó la política y las armas y se dedicó al estudio, la observación y la escritura.
Y de ellas tomo algo que te gustará leer si no lo conoces. A propósito de salud y enfermedades, escribió: "Hay una raza de ciertas criaturas diminutas que no se pueden ver por los ojos, pero que flotan en el aire y entran al cuerpo por la boca y la nariz y causan enfermedades graves". ¿No crees que Louis Pasteur se inspiró en él?
A propósito del pulso del cuerpo humano escribió sus diversas formas y una de ellas la presenta como caprizans pulsus. Es decir, inesperado en su ritmo e irregular, como el salto de una cabra.
La definición clásica de capricho es “idea o propósito que uno forma arbitrariamente, fuera de las reglas ordinarias y comunes, sin razón”. Y los sabios dicen que la palabra capricho, dejando a las cabras en paz, saltando o no, está tomada directamente del italiano capriccio y antes caporiccio, es decir, cabeza de erizo, con los pelos de punta.   
Vayamos a una reflexión sobre lo anterior que nos ayude en nuestro alto oficio de ayudar a  modelar personalidades correctas. ¿No te parece que el mundo de hoy (modas, economía, política, corrientes, costumbres, relaciones, iniciativas, ideas,  comportamien-tos, arte, propósitos…) están tocados por impulsos parecidos al del salto sin ton ni son de la cabra? ¿Y que ciertas irregularidades que ponen los pelos de punta nacen de la arbitrariedad de nuestra acción educadora, de nuestra flojera en conocer y advertir, acompañar y estimular?
El fruto de ese proceder educativo, que es caprichoso, produce un efecto de capricho por imitación: “da lo mismo”, “por esta vez”, “no es para tanto”, “ten cuidado”, “que yo no me entere”, “no te pases”, “pues estaría bonito”, “que no vuelva a suceder”, “que yo no me entere”, “como se entere tu padre”… Es decir, eliminar la propuesta de honradez como condición indispensable de la conducta es el mejor modo de que  nuestro tesoro quede enterrado para siempre por el capricho. 

jueves, 19 de enero de 2017

Siria: Esperanza y Reconciliación.

Otra vez Siria. Y el salesiano sirio Padre Dani Gaurie nos da las Buenas Noches con el resumen de su exposición el pasado 30 de Noviembre en el Salesianum de Viena.
Siete salesianos (cuatro en el centro juvenil de Damasco con unos 1.250 niños y jóvenes y tres en el Oratorio de Alepo al que acuden cerca de 900) animan la vida con todo lo que está a su alcance: tiempo libre y catecismo. “A pesar del sufrimiento, podemos experimentar cosas bellas y por encima de todo, experimentamos que Dios existe y está entre nosotros”, manifiesta el P. Gaurie.
Los salesianos tratan de transmitirles a los jóvenes dos elementos principales: “la esperanza y la reconciliación”. Sin estos dos elementos no habrá futuro en Siria.
El P. Gaurie explica que las explosiones de granadas son casi habituales, e incluso suceden en las zonas más tranquilas de Damasco y Alepo. El trabajo de los salesianos está a unos 2 a 3 km de la frontera. “Por supuesto, los padres de familia tienen miedo cuando envían a sus hijos hacia la obra salesiana… Hay peligro en todas partes, pero de alguna manera uno tiene que continuar”. Donde no hay combates, la gente trata de vivir una vida tan normal como sea posible, explica el salesiano. Muy a menudo falta lo suficiente para vivir: agua potable, alimentos o medicamentos. Los niños se han acostumbrado a la guerra, al sonido de los aviones, a los aviones de combate, a escuchar las bombas.
En Damasco hay 35 voluntarios que apoyan el trabajo de los Salesianos. Durante las actividades de verano llegan a unos 100 voluntarios. "Son muy importantes; sin ellos no haríamos mucho” explica el P. Gaurie.
El gobierno, dice, no impide el trabajo de los Salesianos “porque no hacemos actividades políticas”, pero tampoco apoyan económicamente.  
Pero los salesianos nunca han pensado en renunciar a su trabajo en el lugar: “El Inspector provincial nos preguntó si queríamos irnos del país. Nuestra respuesta fue clara: «No abandonaremos a la gente de Siria»”.

sábado, 14 de enero de 2017

Castellio: los más sabios sean los más fraternales.

Entre sus atractivos y documentados escritos Stefan Zweig publicó en 1936 Castellio contra Calvino. Ambos, Calvino y Castellio, franceses, junto con Nicolás Cop y a partir del movimiento producido por otro francés, Guillaume Farel, hicieron de Ginebra la capital de la reforma de la Iglesia en la onda del eco de Lutero.
Pero ambos, Juan Calvino y Sebastián Castellio, que coincidían en algunos de los principios, no lo hacían en las maneras. Hasta el punto de que Castellio tuvo que abandonar la ciudad para establecerse, pobre y dolorido, en Basilea.     
Desde allí escribía de este modo al “jefe” ginebrino: 
"Os pido por el amor de Cristo que respetéis mi libertad y renunciéis al fin a cubrirme con falsas acusaciones. Dejad que profese mi fe sin coaccionarme, tal y como se os permite a vosotros la vuestra y como espontáneamente la reconozco. De todos aquellos cuya doctrina se aparta de la vuestra, no supongáis que están en un error, y no les acuséis acto seguido de herejía... Aunque yo, como otros muchos devotos, interprete la Escritura de un modo distinto a como lo hacéis vosotros, profeso con todas mis fuerzas la fe de Cristo. Seguramente uno de nosotros está equivocado, pero precisamente por eso amémonos el uno al otro. El Maestro revelará un día la verdad al que está equivocado. Lo único que sabemos con seguridad, tú y yo, o al menos deberíamos saber, es el compromiso de amor cristiano. Practiquémoslo y, al hacerlo, cerremos así la boca a todos nuestros adversarios. ¿Consideráis que vuestra interpretación es la correcta? Los demás piensan lo mismo de la suya. Que los más sabios se muestren, por tanto, como los más fraternales y que no permitan que su saber les vuelva arrogantes, pues Dios lo sabe todo y doblega a los orgullosos y ensalza a los humildes."
Castellio, estudioso, celoso buscador de la Verdad y excelente pedagogo, llega hasta nosotros con esas palabras para reforzar una convicción tan necesaria como descuidada: por encima de la verdad personal está el amor entre las personas. No se educa sino con el amor. Se puede intentar clavar ideas en las mentes, itinerarios en los pies y palabras en las lenguas. Pero si no hay fuego que salga del corazón y vaya a los corazones, la educación, si logramos algo parecido a ella, será a la larga un peso  que se sacuda o un amaestramiento que haga más animales a los hombres.

lunes, 9 de enero de 2017

Mondragón, el mejor soldado del mejor tercio.

Cristóbal de Mondragón nació en 1514 o algunos años antes en Medina del Campo. Sus padres, vascongados, no pudieron darle estudios, por lo que, a los 18 años sentó plaza de soldado al servicio de su Majestad Carlos V. Y como las gloriosas milicias del Emperador estuvieron en Italia, Alemania, Flandes y Francia, allí estuvo también todo el resto de su vida este singular, valiente, ingenioso y osado soldado que se fue ganando sus galones paso a paso y asalto tras asalto. De él dijo Carlos: “El mejor soldado del mejor tercio de la infantería española”. Y empezó su valioso ascenso con la humilde graduación de alférez.
Parecía como si se hubiese especializado en asaltos atravesando aguas heladas. Pero el hecho de tener que luchar en invierno en lugares húmedos y fríos en defensa de la vida y la tranquilidad de los derechos de los católicos del Norte de la Europa en continua discordia, hizo que su agudeza le sugiriese el modo de sorprender y asaltar al enemigo donde y como este no hubiese pensando nunca que se pudiese hacer. El dibujo con que se encuadran estas líneas le muestra arengando a sus hombres victoriosos en la toma de Zijpe.
Preso en Calais, no tuvo más remedio, para seguir siendo lo que quería ser, que saltar con sus compañeros desde una alta torre para unirse con los suyos, que eran los de su Tercio.
Acabó su vida de enfermedad y de vejez. Era ya Coronel, “el Viejo”, como le llamaban sus hombres, admiradores de su entrega. El 4 de enero de 1596, en Amberes, con casi ochenta años de vida y sesenta y cuatro de servicio, descansó finalmente. Y nos dejó dicho (lo había dicho a sus hombres, pero sigue diciéndolo a quien quiera crecer como responsable de su vida): “Entre los soldados no miramos la sangre, sino al soldado que más adelanta”.
Engreírse viene de encreerse, dicen los entendidos. Y no hay que descuidar el desvío en la conducta del que se cree a sí mismo olvidándose de crearse. El que se cree ya está acabado. No necesita más que asomarse al escenario para declamar y que le aplaudan. ¡Cuántos hay de estos que se creen, a veces desde niños, que presumen porque han tomado ya para su cabeza la corona del triunfo, mientras que en su cabeza no hay más que vacío! Los que “más se adelantan”, no para parecer ni para aparentar sino para dar y para darse son los que llevan a cabo la construcción de una familia, de una sociedad, de una nación de mujeres y hombres consumados. 

miércoles, 4 de enero de 2017

Tres: eran tres.

Se sabe por las crónicas que las columnas que llegaban a la Laguna de Venecia en septiembre de 1172, eran tres. Las llevaba hasta aquella extraordinaria ciudad el capitán Jacopo Orseolo Falier como regalo de la ciudad de Constantinopla al doge de Venecia, Sebastiano Ziani.
Los que visitan y admiran la ciudad elevan la mirada y el alma para contemplar en lo más alto de las dos que allí dominan el tiempo y el aire al León alado de San Marcos y al santo guerrero San Teodoro de Amasea. Teodoro fue un militar en el siglo III, muy estimado por haber matado a un peligroso dragón o cocodrilo, pero condenado a muerte por haber destruido con el fuego el templo dedicado a la diosa Cibeles.
San Teodoro había sido el primer patrón de Venecia. Pero los venecianos pensaron que un santo griego no iba bien como patrón a una ciudad que debía más a San Marcos, discípulo de San Pedro. Y cambiaron de patrón y le dedicaron al nuevo el año 828 la magnífica basílica que preside la plaza de su nombre.
San Teodoro sigue en su columna con el dragón a sus pies. El León de San Marcos comparte  y defiende a Venecia desde la suya. ¿Y las cincuenta toneladas de la tercera columna con la figura del doge tocado con su característico birrete? En el fondo del mar, a unos 10 ó 12 metros de profundidad. No acertaron en la aplicación de las leyes de la gravedad al desembarcarla. Ahora estudian recuperarla, aunque no parece fácil después de sus 800 años de vida submarina. 
No creo que sea sacar por los pelos una aplicación para nuestra condición de soñadores y formadores de mujeres y hombres.
¿Ensayamos con seriedad nuestro papel de productor de valores para regalarlos a las familias que nos los confían y a la sociedad que nos los pide? ¿Estudiamos bien el equilibrio entre el peso de lo aparente y lo profundo? ¿Nos distrae el brillo exterior, la simpatía, la “consonancia” con nuestros gustos y planteamientos y descuidamos la mismidad de la persona, su capacidad de ir más allá de nuestros metros, por encima de la vulgar apariencia y atractiva?