domingo, 24 de mayo de 2015

En griego.

Uno de los lectores de unas Buenas Noches anteriores preguntaba si era posible tener el texto griego del papiro de Oxyrrinco con la oración Bajo tu amparo… (Sub tuum praesidium…). La pregunta denota, evidentemente, en el preguntador su conocimiento del griego, condición que no es la nuestra. Y, por si no ha tenido modo de hallarla por sí mismo, hela ahí arriba, como llegó a nosotros en un humilde papel egipcio. Y esto me sirve para un breve desahogo personal que quisiera de utilidad para el inteligente lector.
Hace varios años un buen amigo me hizo el regalo de dejarme leer un libro que él consideraba un maravilloso tesoro. Y lo fue también para mí. Lo había escrito el entrañable y eminente catedrático leonés (nacido en Canales, donde le llamaban familiarmente Manocho) Manuel Rabanal Álvarez. El título o subtítulo de ese libro era sorprendentemente “De cómo los griegos somos nosotros”. Y con el sabroso jugo con que los buenos maestros saben aderezar el alimento que nos dan, iba repasando palabras y palabras castellanas y haciéndonos ver el cómo el griego está en las entrañas de muchas de ellas. No me refiero a las que los científicos encuentran hoy (o encontraron ayer) en el diccionario griego, como apódidos (sin pies) para clasificar al vencejo; o esternocleidomastoideo (¡y cómo me costó llegar a decirla bien!) para definir al noble músculo que baja desde nuestro cuello hasta ocultarse bajo el cuello de la camisa. Sino a otras, como chirimbolo, que es el despojo en que ha quedado la designación de un “ostracon” entregado en mano como recibo de haber consignado una  mercancía.
Tuve que vérmelas yo, que no sé alemán, con un médico alemán, que no sabia español. Nos entendimos en Latín. Y me explicaba que en la preparación a la carrera de Medicina se estudia Latín. ¿Lo seguirán haciendo? 
Entiendo que los que trabajan en Informática y en Metalurgia no sepan Latín y Griego aunque el nombre de su profesión sea latino o griego y que la mayor parte de los instrumentos y conceptos que usan sean latinos o griegos. Y que las madres que daban a sus hijos Pelargón no supiesen que en Griego pelargós es cigüeña.
Pero no puedo entender que se deban desterrar del cuadro de estudios desde el comienzo esas Lenguas que llamamos Clásicas, pero que son Madres, que son Nobles, que ayudan a desentrañar no solo el pasado, sino el significado de nuestros lazos con el pasado que se dan, en gran parte, en la palabra.

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