jueves, 18 de diciembre de 2014

MedCiencia.

Si tienes un tanque como el de la figura y te lo llevas a Siberia donde hace mucho frío y lo lavas bien por dentro con una corriente muy caliente de agua y lo dejas herméticamente cerrado para que descanse de la paliza que le has dado, puedes encontrarte con que, de repente, el tanque se quede como en la figura: para el arrastre.
Esto lo cuenta el interesantísimo blog MEDCIENCIA, explicando, además por qué pasa eso. El aire y el vapor que han quedado dentro (por muy bien que se haya vaciado el tanque) se contraen de volumen por el frío (¡estamos en Siberia, donde el frío no es moco de pavo!), se siguen contrayendo, contrayendo…  y, ¡zas!, la presión exterior, que es la normal, comprime la estructura metálica y… ¡ya ves!
¿Y con esto? Vamos a lo que nos parece una posible aplicación, aunque parezca traída por los pelos.
“La educación es cosa del corazón”, decía don Bosco. “No se educa si no se ama” decía también. “No basta que quieras al niño, al joven que educas; deben sentir que los quieres”: también Don Bosco. Es el camino para que aprendan a amar.          
No nos damos cuenta, pero, a veces por pasarnos y a veces por no llegar, no preparamos a nuestros hijos para el aire en que necesitarán respirar cuando no sorban ya el de la familia. Hay muchachos que reniegan (a veces con toda la razón) de la educación recibida. Puede ser que no lo hagan con palabras. Pero lo hacen, y esto es lo peor, con la vida. No han recibido la capacidad interior de soportar la presión de eso que llamamos sociedad y que no es sino la corriente de egocentrismo que nos modela a las gentes de hoy. Si de sus padres, de sus educadores no han recibido el talante especial que se llama madurez afectiva de respetar, apreciar, colaborar o ayudar (¡o hasta dar la vida!) al “otro”, reventarán de egoísmo o sentirán la implosión de no saberse útiles, ni disponibles, ni entregados, ni lanzados a una obra que cure en la medida en que se pueda, alguna de las muchas y con frecuencia graves heridas que hace el individualismo en la extremadamente gastada piel del “otro”, de los ”otros”, de la engreída sociedad.

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