lunes, 2 de diciembre de 2013

Crates.



Crates de Tebas (“de Tebas”, porque en Grecia hubo más Crates), que vivió, según parece, desde el año 368 hasta el 288 aC., fue un filósofo griego. Seguía en el planteamiento de su vida a Diógenes de Sinope en la llamada escuela cínica, llamada así porque, como sabe el sabio lector, intentaban vivir con la sencillez de un perro: dóciles, serenos, fieles, pacíficos, comiendo poco, sin abrumarse con más ropa que la imprescindible… Interpretando (desde su fundador Antístenes un siglo antes) a Sócrates, decían más o menos: El estilo de vida al que hemos llegado y las formas de vestirla son un mal. El camino de la felicidad es el de una vida simple y de acuerdo con la naturaleza. Todo lo demás es una cadena con la que el hombre no debe esclavizarse. Despreciar las riquezas y las preocupaciones son, pues, su más bello ejercicio.
Hoy llamamos filósofos a los hombres ricos en doctrina, pensamiento y palabra, sobre todo palabras. Pero en la Grecia antigua filósofos (amantes de la sabiduría) eran los que adoptaban una vida, una actitud que hiciese la vida más digna y natural.
Crates, discípulo de Diógenes (el de la lámpara y el tonel, el de las salidas un poco despectivas) con su vida convenció a su esposa Hiparquia y hasta a su cuñado Metrocles a vivir aquella vida de pobreza absoluta que era riqueza eminente. Pero sin desplantes, como los que se atribuyen a su maestro Diógenes. Por eso le llamaban sus conciudadanos “el Filántropo” (¡qué bonito!), el que ama a los hombres, a todos los otros.
Diógenes Laercio cuenta que le llamaban también “el Abrepuertas” (¡igual de bonito!), porque se le abrían las de las casas para acogerle y gozar con su delicado y respetuoso diálogo en el que aceptaba renunciar, por obsequiar al interlocutor, hasta a las propias opiniones.
Y basta, porque si de un hecho, de una persona, de una conducta aprendemos algo, lo poco expuesto, que es mucho de lo tomado de los libros para nuestra reflexión, basta y sobra para plantearnos un serio y filosófico (tal vez también cínico) análisis de nuestra filosofía particular. O familiar. O colectiva. O nacional.   

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