lunes, 29 de abril de 2013

El ratoncillo.



Pablo de Jérica y Corta (1781-1841) llenó su vida de inquietud liberal durante los agitados tiempos de Fernando VII. Su dedicación al periodismo y a la literatura, entre sus muchas actividades “revolucionarias”, le hizo ser crítico, satítirico, irónico y sujeto encarcelado, desterrado y huido.
Esta fábula (de la que he robado, por ahorro de espacio, la estructura original a sus estrofas, excepto a la primera) dice cosas muy duras contra los que no se comprometen.    

Mientras en guerras 
se destrozaban 
los animales 
con justa causa, 
un ratoncillo, 
¡qué bueno es eso!, 
estaba siempre 
dentro de un queso.

Juntaban gente, buscaban armas, formaban tropas, daban batallas: 
y el ratoncillo, ¡qué bueno es eso!, siempre metido dentro del queso.
Pasaban hambre en las jornadas, y malas noches en malas camas; 
y el ratoncillo, ¡qué bueno es eso!, siempre metido dentro del queso.
Ya el enemigo se ve en campaña; al arma todos, todos al arma; 
y el ratoncillo, ¡qué bueno es eso!, siempre metido dentro del queso.
A uno le hieren, a otro le atrapan, a otro le dejan en la estacada. 
Y el ratoncillo, ¡qué bueno es eso!, siempre metido dentro del queso.
Por fin lograron con la constancia, sin enemigos ver la comarca; 
y el ratoncillo, ¡qué bueno es eso!, siempre metido dentro del queso.
Mas ¿quién entonces lograr alcanza el premio y fruto de tanta hazaña?
El ratoncillo, ¡qué bueno es eso!, que siempre estuvo dentro del queso.

Son versos para hacerlos recitar a un niño de cinco años. Y lo entiende. Pero también valen para los que, más o menos, nos inhibimos de la vida y de la historia. Para los que creemos que podemos vivir solos, desentendernos de la suerte de los demás. Para los que ignoran que la palabra solidaridad refleja una condición que le es propia al ser animal y, con mayor carga, al humano. Para los que se pasean por la historia como si lo que reciben hecho, construido y acomodado a su agrado por otros no fuese una invitación a dejar a los que nos siguen un mundo aún mejor.
Nos suenan: «No va conmigo», «Es cosa suya», «Allá él», «A mí que me dejen en paz», «Que cada palo aguante su vela», «Yo a lo mío», «Es un vago», «Es un sinvergüenza», «Es un… », «Estoy ya harto»… Y nos suena porque lo hemos dicho también nosotros, lo pensamos y lo sentimos. Lo sentimos hasta hace de ello una forma de conducta constante y defendida: «¡Yo en mi queso!».

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